Alejandra Marcela Vázquez tiene 49 años y una historia de vida particular: hace poco más de 10 meses fue diagnosticada con cáncer de mama y desde entonces comenzó una enorme lucha interna llena de miedos y a la vez de fe, el pilar que la sostuvo de pie para recibir, hace días, la noticia de una remisión completa, es decir, no hay signos de la enfermedad.

¿Cómo comenzó todo este difícil proceso?

«Un día cualquiera, se me hacía tarde para ir a trabajar. Entonces, me entré a duchar muy rápido. En el apuro, se me voló el jabón y yo haciendo malabares logré pegarlo a mi cuerpo, junto a una de mis mamas. Fue entonces que comenzó un dolor no muy intenso, pero sí persistente. Estuve así casi un mes, porque yo analizaba que no me había apretado tan fuerte como para que me duela tanto. Tampoco encontraba el lugar justo del dolor Y así estuve pasando los días hasta que fui a la consulta con el médico, quien me dio una serie de estudios y análisis que confirmaron el diagnóstico».

Alejandra, reveló que no tuvo muchos síntomas más y que, a pesar de que ella dejó pasar un tiempo para recién ir al médico, su diagnóstico fue temprano.

«Recurrí a mi ginecólogo, que me pidió análisis completos, una ecografía mamaria y una mamografía. Con esos resultados me fui de nuevo y mi médico me derivó al oncólogo. Me hicieron una punción y así se llegó al diagnóstico».

 

¿Cuándo te enteraste de la enfermedad?

«Un 16 de diciembre de 2020. Fue un baldazo de agua helada porque no lo esperaba realmente. Traté de mantenerme fuerte ante el médico, pero al salir fue una mezcla de sentimientos encontrados porque no podía creer que eso me pase a mí. Es una cosa que alguien ve, lee o escucha, pero jamás se imagina vivir. Fue difícil.»

 

¿Y cómo fue contarle a tu familia?

«Uy… más difícil todavía. Yo estaba fuerte, pero los demás reaccionaron con mucha angustia y preocupación. Primero hablé con mi único hijo y luego con mi hermana. Es difícil porque uno conoce la enfermedad y cree que siempre es fatal, pero en mi caso hubo una detección temprana que ayudó a curarme rápidamente. Por eso es importante concurrir al médico.

 

 

¿Cómo fue iniciar el tratamiento?

 

«Sin dudas, fue todo un desafío. Tenía un millón de preguntas. Accedí a todo lo que me decía el médico. Confiaba en todo lo que él me decía y estaba segura de que haciendo todo lo que él me indicaba yo iba a estar bien. Me iba a curar. Las primeras quimioterapias si bien no fueron dolorosas, me hacían ingresar en un sueño profundo en el cual podía escuchar todo a mi alrededor, pero mi cuerpo no respondía. Cada vez que tenía una quimio, me preparaba para dormir por lo menos dos días seguidos. Y mi familia se preocupaba. Se angustiaban mucho al verme sin fuerzas. Fue duro.

El primer ciclo fueron cuatro sesiones cada 21 días. El segundo ciclo fue, por tres meses, una vez por semana. Solo hice cuatro sesiones y después, rayos. Las quimios, para que la gente sepa, es como colocar un suero, pero con las drogas que se necesitan para combatir esta enfermedad. En mi caso, me inyectaban tres drogas y el proceso duraba más o menos, dos horas y media.

 

Los cambios en el cuerpo

«El agotamiento fue sin dudas uno de los efectos adversos que más me pasó factura. Y una de las cosas más «shockeantes» fue ver como se me caía el pelo. Me caían enormes mechones y finalmente, lo perdí totalmente. Me impactó, pero rápidamente me puso feliz al ver mi nuevo look con pañuelos de todos colores. Después, me contacté con las chicas de «Un pelito de esperanza» que me facilitaron la peluca porque yo me sentía muy observada. Días después de la entrega, me enteré de que me había curado».

 

El maravilloso proceso de sanación

«Esta etapa fue más que especial porque mi propio cuerpo, así como me dio señales de que algo estaba muy mal, me avisó también que ya estaba bien…», dice Alejandra emocionada, mientras pasa a explicar más sus palabras.

«En la última quimio, yo me sentía muy enferma… Más allá de los efectos de las drogas, que tienen efectos adversos como vómitos, náuseas, pérdida de apetito y debilidad, yo me sentía sin fuerzas. Sinceramente, sentía que no iba a poder completar esta nueva etapa. Me había subido la presión y el médico, además de pedirme una resonancia de cerebro, me había dicho que frenemos las quimioterapias hasta que me mejore. Como todo salió bien, yo le pedí si podía ver cómo estaba mi cáncer. Y él me dijo que debía observar la historia clínica. Luego me autorizó y pidió una análisis completos, marcadores tumorales y tomografías de abdomen, estómago y vejiga. Finalmente, el de noviembre, me dijo que estaba sana».

Con la voz entrecortada por la emoción, Alejandra dio más detalles del momento en el que conoció el «milagro» que, al ser inexplicable para la ciencia, ella lo atribuye en su totalidad a Dios.

«El doctor veía y no lo podía creer. Yo estaba preocupada y él me dijo que el tratamiento finalizaba ahí porque yo estaba completamente sana. Ahora solo resta tomar una pastilla todos los días, por diez años, más unos controles regulares».

 

Compartir la buena nueva y multiplicar la felicidad…

«Yo me fui sola al control con el médico y todos me esperaban… Cuando les aviso que me dijeron q estaba sana era todo un griterío y llanto de alegría. Mi hijo, mi nuera, mis nietos…. ellos celebraban que no me iban a ver dormir dos días seguidos porque no había más quimios. Después la llamé a mi hermana Sandra que sufrió a la par mía todo este proceso. Me llamaron vecinos, amigos, conocidos… Todos se preguntaban con alegría: «¿Cómo puede ser? ¿Qué pasó?»

 

 

¿Qué fue lo más importante de todo este proceso?

La fe y el acompañamiento. Esto me ayudó a darme cuenta de que cuento con muchísima gente a mi alrededor que me quiere y rezó por mí para que pueda recuperarme. Además de mi familia y amigos, me acompañaron mis vecinos y la gente de la iglesia en la que yo congrego. Todos orábamos por mi salud, en todo momento. Fue difícil, pero yo no perdí nunca la fe en curarme. Soy muy creyente y desde el principio yo me entregaba a Dios y le decía, «que se haga en tu tiempo y forma». Aun así, nunca pensé que me iba a curar tan rápido. Me sorprendió con su milagro y ahora soy un testimonio vivo.

 

¿Tu mensaje para los demás?

Darles mi aliento a todos los que estén pasando un momento difícil. Tienen que confiar y saber que para Dios no hay nada imposible. Hay que creer y esperar pacientemente. No importa cuál sea la situación. Déjenlo todo en sus manos y sus necesidades se convierten en milagros.