El apagón que sufrió Facebook la mayor red social del mundo y sus apéndices Instagram y Whatsapp debería llevar a interrogarse sobre los intereses poco transparentes del imperio de Mark Zuckerberg y la necesidad de ponerle límites.
Millones de usuarios de unos 45 países se quedaron sin esos servicios, que se convirtieron en parte de la vida cotidiana, durante varias horas este lunes 5 de octubre. Facebook perdió miles de millones de dólares en ese lapso, pero nada hace pensar que se recupere del tropezón.
Este estudiante universitario sin demasiados escrúpulos desarrollo su red a partir de una idea aportada por otros estudiantes que pensaron la digitalización de los clubes de distintas casas de altos estudios de EEUU. Pero Zuckerberg vio rápidamente la posibilidad de ampliar al infinito esas redes y velozmente se convirtió en uno de los seres humanos más ricos del mundo.
Esa carrera lo llevó a sostener su red completamente gratuita, hasta que demostró un modelo de negocios completamente revolucionario: no cobraría la membresía, pero sí ofrecería publicidad personalizada como nunca antes. Esta empresa conoce al detalle la ubicación, consumos, vinculaciones y hasta la ubicación georreferenciada de sus clientes. Esa es información que vale oro. Y por eso su fortuna se multiplicó aún más. La red se vio envuelta en denuncias por propiciar falsas campañas y noticias falsas utilizadas en la guerra sucia electoral, por lo que el propio Zuckerberg debió dar explicaciones ante una comisión del Congreso.
Se comprometió a ajustar sus controles para combatir las “fake news” o a identificar las fuentes de financiamiento de las publicaciones, entre otras medidas. Pero sonó a poco. Ahora la organización ambientalista Avaaz, que encabeza el santiagueño Oscar Soria (exjefe de campaña de Greenpeace) recordó: “hace exactamente un año le pedimos a Mark Zuckerberg que arregle Facebook y deje de aprovechar los anuncios engañosos: ahora que Facebook está ‘arreglado’ y funcionando, renovemos nuestra petición de limpiar la desinformación y hacer de este espacio un lugar seguro para todos”.
Numerosos exdesarrolladores de Facebook y analistas del fenómeno de las redes sociales advierten desde hace años sobre la manipulación que la red social con la creación de algoritmos que generan “burbujas” en torno a sus usuarios, con opiniones y contactos afines, que constantemente se retroalimentan. Esas ventajas fueron utilizadas con mucho éxito por organizaciones de extrema derecha. En varios lugares del mundo se denunciaron manipulaciones para incidir en la opinión pública, a través de estas redes. Los especialistas también señalan un manejo de la mano de las neurociencias que busca generar adicción, a través de las gratificaciones permanentes.
Por otra parte, utiliza su lobby contra medios en todo el mundo que le reclaman utilidades por los contenidos que la red utiliza de forma ilimitada y con los que se enriquece, sin pagar un centavo. Australia se enfrentó al coloso, que amenazó con dejar sin servicio a ese país.
Otro gran logro de la ambiciosa mente del creador de Facebook es que, en el afán de exhibirse, los propios usuarios crean contenido gratis todos los días, aunque en los últimos tiempos haya comenzado a “monetizar” (pagar) en algunos casos, aunque cantidades ínfimas en comparación al tráfico que circula.
También tiene en sus espaldas las denuncias por haber facilitado, junto a otras gigantes tecnológicas como Google, información privada de sus usuarios a organismos gubernamentales estadounidenses con el argumento de colaborar contra el terrorismo internacional. Acusación que niegan, pero que parece bastante difícil de quitarse.
Este apagón debiera servir para sacudir las estructuras de una red invisible que penetró fuertemente en nuestras sociedades, de un modo poco transparente y con un afán monopólico. Es tiempo de bajarle el pulgar a las tecnologías invasivas, que manipulan y lucran con contenidos ajenos e información personal de sus usuarios.