Hay una pava teñida por las brasas, sobre un brasero de barro improvisado al costado de un horno. De fondo gritan niños, que corretean a la vuelta de un árbol. Un grupo de chicos practica yoga, mientras otros preparan el mate o se ponen a pintar sobre un lienzo. El día transcurre normal. Sin ruidos. Sólo el de pájaros que habitan esa zona: cardenales, sachitas, reinas moras. Al final se sientan en una mesa larga y comparten sus vivencias, experiencias. Porque eso se vislumbra aquí, el hogar Corazón de Fuego es un compartir constante, viviendo con cosas simples. Lo justo y lo necesario.
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Arol Busso es bandeño, cerrajero por oficio y también instructor de yoga. Él no quiere que lo llamen así pero vendría a ser uno de los líderes del hogar en el que se reúnen, hombres y mujeres de todas las edades a compartir sus experiencias y vivencias, alejados de la ciudad y el ruido, esquivando la Matrix. El hogar está ubicado en un terreno de la zona rural bandeña, más precisamente en Sauce Bajada. Es un lugar que eligieron para expresarse, hacerse escuchar, vivir en paz, celebrar la amistad.
“Queremos estar en armonía con el planeta y con nosotros mismos, porque la batalla que tenemos es con nosotros mismos. Uno por ahí no se quiere mirar. Se ocupa de hacer muchas cosas en el día con tal de no estar sólo. O escuchar su cabeza, porque escucharla puede llegar a desesperar. Una persona al estar activa todo el día, de aquí para allá, si se detiene un ratito se puede enfermar. Poner un freno de mano, preguntarse cómo estás, por qué haces lo que haces, para qué. De dónde, o dónde, hacia dónde vas, es fundamental para empezar con un cambio. Lo que nosotros hacemos es vivir a consciencia, entre amigos, y compartir. En esta casa que estamos ahora nos centramos en ser uno mismo y como realmente somos”, cuenta Arol a NotiNews.
Hace dos años se reunían en casa de amigos, como cualquier santiagueño que un viernes o sábado a la noche, reúne en su casa a sus íntimos, guitarra y pizza de por medio. La pandemia los potenció e impulsó a formar este hogar en el que en un futuro, se ven viviendo todos e invitando al que quiera “alejarse de la ciudad”, poner un freno a su vida y disfrutar de los momentos simples y sencillos: la amistad, el compañerismo, la palabra, la escucha solidaria. O participar de un taller de yoga, telas, pintura, fotografía.
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Las vivencias desde la consciencia, dice Arol, “arranca de cambiar tus palabras, tus acciones, tus hábitos. Somos un capullito, un huevito energético que disparamos energía y que luego ingresa energía por la misma vibración. Si cuidamos nuestro copo, dejamos entrar lo que vibramos. En el hogar lo que hacemos, con el que recién llega, es integrarlo. Luego compartimos un círculo de fuego, que es una fogata con el que le damos la bienvenida. Que se integre y cuente por qué está aquí. Hay personas que viven en esta sociedad y no son escuchadas. Y todos necesitamos que en algún momento nos pregunten, ‘cómo estás, qué tal andas’. Más en estos tiempos que la pandemia nos ha cambiado la vida a todos”.
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Este joven cerrajero de chico practicaba Taekwondo, eso hizo que adquiriera el hábito de la disciplina. Pero lo que le cambió la vida es el yoga. Eso le permitió ingresar en un mundo que ya no quiso salirse más. Cambió su alimentación; y las plantas medicinales como el San Pedro, Ayahuasca, Rapé, fueron claves para atravesar ese proceso de cambio en su vida.
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“El yoga llegó a mi vida para cambiarla. Ahí se inició mi búsqueda espiritual. Lo tomo como una herramienta para mi vida. Me ha cambiado la alimentación, los vínculos, el carácter, mi estado de ánimo. Por ejemplo dejar de consumir carne, que antes lo consumía mucho, o reducirlo. Eso te cambia el humor, cambian tus reacciones. Luego eso me conectó con todo, el Tarot, las plantas medicinales, que han prudicido un quiebre en mi alimentación. La planta te va sacando lo que tu cuerpo no necesita. Te cura. Te va sacando capas de tu personalidad. Uno cambia su interior, su realidad. Y después fue fundamental vivir en tribu, encontrar un hermano con el que tienes complicidad. En el hogar se vive en tribu”. Es ese el pensamiento de los que integran Corazón de Fuego. Para subsistir hacen dulces y los venden. También los apoyan sus padres, parejas, amigos. Aseguran que no es fácil salir del sistema pero sí practicar enseñanzas de los ancestros, cuidando la naturaleza y viviendo en comunidad.
“Hacemos talleres de yoga, vendemos dulces de zapallo, cayote, en el hogar o en las casas de nuestras familias. Mis padres siempre me ayudaron y me apoyaron. No somos extremistas, somos flexibles. Es más fácil vivir en tribu. Es nuestro pensamiento, volver a las enseñanzas de nuestros abuelos, de nuestras raíces. Después todo es inventado; el mundo vive en una competencia constante que no nos hace bien. Aquí un hermano te ayuda. Él está hoy para vos y vos estás para él. El año pasado ha sido un impulso. Un trampolín que nos ayudó. También teníamos más tiempo para cada uno. Nos planteamos esto ‘si me encierran hago esto, me sirve a mí y a mis hermanos. Nos ha servido la pandemia para aquietarnos y hacer buenas raíces para crecer más con nuestras ideas. El objetivo es tener nuestra propia tierra y producir nuestro propio alimento y vamos trabajando para eso”, puntualizó Arol.
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Jael Barroca es periodista, y también integra el grupo de amigos de Corazón de Fuego, ella recalca que en caso de ayudar a alguien o hacer acciones solidarias, prefieren no difundir nada, porque lo que vale es el gesto y la acción. También aclara que irse de la ciudad o aislarse no significa dejar todo sino dedicarse a otras cosas dentro del hogar que los ayude en la solvencia y a generar ingresos.
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“Queremos formar una comunidad, y lejos de la ciudad. No vivir fuera del sistema porque es difícil e imposible. Pero sí vivir desde un lado consciente, que se tiene desde el despertar de cada uno. Empezamos como un grupo de amigos, en las juntadas típicas que se hacen entre amigos. Y después, de caminar juntos entre amigos, hemos tenido la posibilidad de conocer gente que está en este camino. Nos hicieron conocer las plantas medicinales, que han sido utilizadas por nuestros ancestros, por las civilizaciones de antaño; y el hogar ha venido a formar un espacio, respetando a los demás, y ayudarlo a comer más sano, a cuidar el cuerpo, la naturaleza, el medio ambiente”, indica Jael.
Todo en el hogar Corazón de Fuego es un despertar y accionar desde la consciencia; viven en contacto con la naturaleza; respetando la pachamama, evitando contaminar, reciclando; “Respetamos las creencias de cada uno; y escuchamos al quiera ser escuchado. Nosotros los invitamos a sanar, a limpiarnos para dejar un mundo mejor a las civilizaciones futuras, con enseñanzas que nos dejaron nuestros ancestros porque eso es lo único que queda, vivir simple, sencillo. El resto es todo inventado”, cierra Arol.