Por Eduardo Espeche
El asesinato una familia completa el 14 de julio de 1966 horrorizó a los santiagueños y, pese a que fue condenado a prisión perpetua un acusado, los interrogantes aún subsisten. El blog del periodista Alfredo Peláez mileniomdq.blogspot.com es la única referencia del caso en internet, ya que dirigió algunos años Nuevo Diario y allí publicó una serie de artículos reavivando el crimen y produjo una única entrevista al protagonista del hecho.
Juan Caelles Tribo era un acaudalado prestamista cordobés que una vez al mes recorría el Norte para cobrar las cuotas de sus deudores y, por lo general, se trataba de fuertes sumas de dinero. Desde Tucumán bajaba hasta Córdoba, pasando por Santiago en su raid recaudador. Ángel Armando Mengo también era de Tucumán y, según declaró, desde allí vino con el prestamista y su familia, con la idea de llegar a Córdoba. Sería el último viaje de Caelles Tribo, su esposa y su hijo.
La familia pasó en su Valiant por Santiago del Estero, donde Caelles Tribo cobró una deuda al famoso aviador Mateo Boix, quien había alcanzado fama mundial en 1955 con un record de más de 1.300 loopings –una arriesgada maniobra de giro vertical en el aire- y era una personalidad en aquellos años. Una plaza del barrio Aeropuerto, en la Capital, hoy lleva su nombre.
Luego continuaron viaje hacia Córdoba por la Ruta Nacional Nº9 y en cercanías de Loreto fueron asesinados a sangre fría Caelles Tribo, su esposa y su pequeño hijo, que lo acompañaban en su itinerario fatal. Los cuerpos fueron tendidos al costado de la ruta y su automóvil abandonado en cercanías de la ciudad de Loreto.
LA CONFESIÓN
Mengo (24) se dedicaba al comercio y declaraba domicilio en Río Tercero, provincia de Córdoba, donde había nacido el 27 de mayo de 1942. Al ser detenido por la policía cordobesa reconoció los crímenes y se le secuestró una considerable cantidad de dinero, por lo que se le atribuyó el robo al prestamista y la masacre de su familia para no dejar testigos.
El sospechoso declaró ante la justicia santiagueña el 10 de agosto de 1966: “Recuerda que en Santiago del Estero, luego de que Caelles Tribo se desocupara del negocio que tenía con su cliente Mateo Boix, prosiguieron el viaje habiéndose detenido en un kiosco para adquirir una Coca Cola y una botella de vino. Que la posición de los viajeros fue siempre la misma desde Tucumán, es decir don Caelles Tribo y su esposa adelante y, entre ambos, el hijo de los nombrados. Atrás el deponente al costado izquierdo o sea detrás del conductor”.
“Que en lo que respecta a la forma en que ultimó a los Caelles Tribo –explicó-, el deponente no puede dar detalles con mucha precisión, pero recuerda que al pedirle al conductor que detuviera el vehículo porque se sentía algo mal, cuando el coche ya casi estaba detenido, extrajo las armas que llevaba en la cintura, disparó simultáneamente con ambas manos a quemarropa dos veces consecutivas. Que luego el deponente se aseguró la impunidad del hecho procediendo a ultimarlos”.
Más adelante detalló que “luego de cometido el hecho y ya colocados los cadáveres en la banquina y de pasar un automóvil ocasional que obligó al deponente a ocultarse, tomó el auto de Caelles Tribo y emprendió rumbo al Sud unos dos o tres kilómetros. Tomó luego un camino hacia la izquierda, por el cual se internó unos mil metros aproximadamente. Allí procedió a constatar por vez primera la cantidad de dinero que había en el portafolio de Caelles Tribo. Acto seguido, como a la altura del camino principal se veían algunas luces de vehículo, creyó que habrían parado al descubrir los cadáveres, dándose cuenta de lo que había hecho».
«Con los proyectiles que habían quedado sin utilizar en los respectivos revólveres pretendió suicidarse, pero a pesar de gatillar ambos, colocándose en la garganta, milagrosamente las balas fallaron –según afirmó-. No conseguido su propósito de ultimarse, advirtió que un coche pasaba de largo por el camino principal, con lo cual el deponente volvió a subir al coche de Caelles Tribo y prosiguió viaje, volviendo a la ruta con lo cual tomó el camino que va hacia el Norte”.
En otro momento del interrogatorio sostuvo: “Al salir de Tucumán de viaje junto a los Caelles Tribo, en la plaza céntrica, en horas de la mañana, había comprado en una farmacia unas pastillas tranquilizantes que cree podrían ser «Plidan». Que en la farmacia le dijeron que tome dos por día, pero el deponente hasta el momento del hecho ya había tomado seis. Dice que el dinero en efectivo que le sustrajo a Caelles Tribo no debe haber sido más de 480.000 pesos. Reitera en todo momento actuó absolutamente solo. Que abandonó el auto en Loreto y que desde allí lo trajo de vuelta hasta Tucumán un camionero (Es copia fiel del expediente judicial a fojas 236/237)”.
Con semejante confesión criminal, Mengo fue condenado por la justicia santiagueña el 1 de octubre de 1966 a cadena perpetua por el triple homicidio de esa familia. El tribunal estuvo integrado por los jueces Humberto Palomo, Juan Carlos Rodolfi y Demóstenes Ruíz Lopez, que era vocal de la Cámara Primera y ocupó el lugar de Julio Víctor Navarro, quien se inhibió. El fiscal fue Juan R. Larguía y los abogados defensores de Mengo, Mariano Utrera (padre) y José Antonio Mercado.
Como es habitual en Santiago del Estero en casos de gran resonancia, este crimen dividió las opiniones y dio lugar a numerosas versiones. “La mayoría pensaba que «Lito» Mengo, un joven cordobés de 24 años se estaba inculpando de un crimen que no había cometido y creían ver en el célebre y recordado Mateo Boix al ideólogo del sangriento caso, que si bien tuvo como epicentro Santiago, la onda expansiva también sacudió a Tucumán y Córdoba”, indicó Peláez.
El periodista recuerda en su blog en la década del 90 accedió a una copia del expediente y publicó en un diario local la historia del crimen e incluso logró una breve entrevista con Mengo, con quien mantenía una amistad familiar. Pero el propio Mengo luego le rogó con nerviosismo que detuviera las publicaciones. “Allí me di cuenta que lo que se decía en Santiago en esa época era verdad. Detrás del homicidio había gente muy pesada, que le habían pagado muy bien para que se inculpara. El 7 de julio de 1972 se le conmutó la pena y fue en vano mi explicación a «Lito» que la causa prescribía pasado el máximo de la pena que era de 25 años”, interpretó Peláez.
“YO NO MATÉ A NADIE”
Peláez consiguió una entrevista exclusiva con Mengo a principios de la década del 90, en Tucumán, donde luego de salir de la cárcel prosperó como comerciante y formó familia con una santiagueña, con la que tuvo cinco hijos. El periodista detalló que poseía un campo de 1.000 hectáreas en Santiago, un edificio de departamentos en Tucumán y una agencia de autos. «Vivo bien, no me puedo quejar, no me falta nada pero fui y seré un tipo humilde», le dijo a Peláez, que acotó que por esa época aún vivía su padre, que se dedicaba al campo familiar en Córdoba.
Mengo afirmó “amar Santiago del Estero” y pidió resaltar “que ningún santiagueño tiene que pagar mis culpas, aquí el único responsable soy yo. También quiero que pongas que Mateo Boix es una bellísima persona. Él estuvo implicado en la causa sin tener nada que ver. Todas las coincidencias fueron productos de la casualidad. Al señor Boix no lo conozco, jamás lo vi. La única coincidencia es que los dos somos aviadores”.
Recordó que sus años de cárcel fueron “terribles”, al sostener que aunque lo “atendieron bien, jamás nadie me toco un solo pelo, pero sufría muchas presiones psicológicas”, pero se negó a ampliar sus dichos e identificar a los responsables con un “dejalo ahí”.
Aparte de eso, tan bueno fue el trato que recibió del sistema penitenciario que admitió que lo dejaban salir de la cárcel “para construir mi casa que estaba levantando frente del penal, que ya la vendí. Pero tuve muy buen comportamiento, me decían que a las 19.00 me tenía que presentar y estaba diez minutos antes. O salía a pescar”.
Así fue que en la entrevista de Peláez afirmó que “jamás” se le ocurrió fugarse: “Me lo propuso mucha gente, incluso sacarme del país, pero no quería. Yo estaba seguro que algún día tenía que salir”.
También se le preguntó sobre la paradoja sobre dos testigos que juran haber visto un cuarto pasajero del Valiant de los Caelles Tribo en Tucumán, pero ninguna persona en Santiago dice haberlo visto: todos coinciden en señalar que en ese auto viajaban el matrimonio y su hijo, pero a Mengo no se lo ubica a bordo del vehículo. “Es que nadie puede haberme visto, porque yo jamás estuve en ese auto”, contestó enigmático.
Los integrantes del Cuerpo Motorizado de la Policía, Marcos Esteban Padilla y Nicolás Hermógenes García, se encontraban apostados en la caminera de Belgrano Sur el 14 de julio y declararon haber visto salir de la ciudad al Valiant de los Caelles Tribo y luego un Rambler, verde aceituna de Mateo Boix con tres personas más. Eran cerca de las 17.00 y Boix regresó aproximadamente una hora después, pero no dejaron constancia porque adujeron “que no tenían planillas”. Peláez añadió que en el expediente otra testigo, que se encontraba regando en la vereda de su casa, recordó que se detuvo el auto de los Caelles Tribo y que el prestamista le consultó cómo salir hacia la avenida Belgrano: «En el auto iban el hombre, una mujer y un nene, nadie más», recuerda que dijo. Boix fue investigado como presunto sospechoso, pese a negar toda vinculación con la masacre, hasta que finalmente la justicia concluyó que no había elementos para inculparlo. Y, como se vio, el propio Mengo afirmó que no tuvo nada que ver.
Esos testimonios se contraponen con las declaraciones del propio Mengo en el proceso, donde admite que viajó con las víctimas: “Me tiré mucha mierda encima y con una pala mecánica”, graficó, para agregar con misterio que “sólo Dios y los verdaderos culpables saben” lo que ocurrió.
“Yo no maté a nadie, sólo me tiré mucha mierda encima, y con una pala mecánica”, volvió a insistir Mengo. Pero en esa entrevista, que concedió a los 70 años de edad, prefirió guardarse sus secretos.